Ana Cristina Cesar, poeta, traductora y crítica de arte fue una personaje importante en la historia literaria brasileña, contribuyendo activamente a las discusiones políticas e intelectuales de su tiempo.
Dotada de una conciencia crítica privilegiada, creía
que la Literatura y la vida eran inseparables. En la década de 1970 se destacó
por su poesía intimista marcada por la informalidad y su talento para
diferentes aspectos de la actividad intelectual.
Ana C, como también se la conocía,
pertenecía al grupo denominado “Generación del Mimeógrafo” o “Poesía Marginal”,
inspirado en los movimientos de contracultura. La principal característica de
esta generación fue la búsqueda de medios alternativos para la circulación de
sus obras, ya que las grandes editoriales mantuvieron sus puertas cerradas a
estos escritores.
Un movimiento revolucionario y “fuera del sistema”
La Poesía Marginal, un movimiento literario brasileño
de las décadas de 1970 y 1980, recibió su nombre no porque fuera de la
periferia, sino por el formato en que sus obras eran publicadas y difundidas,
es decir, en los márgenes del mercado editorial. Floreció en un momento
político convulso y bajo la censura impuesta por la dictadura militar.
Esta producción poética “fuera del sistema” fue difundida
por los propios poetas a partir de pequeñas tiradas de ejemplares
mimeografiados repartidos de mano en mano en calles y plazas, o incluso
arrojados desde lo alto de los edificios. También vendían su arte a bajo costo,
en bares, plazas, teatros, cines, universidades, etc.
Los escritores y poetas de la época tuvieron que
lidiar con la violencia de la dictadura, tanto la visible, en las calles
reprimiendo a los ciudadanos, como la invisible, que se observaba en los medios
de comunicación. En lugar de los clásicos temas nacionales, abordados por la Literatura convencional, los autores buscaron inspiración en temas como la vida
cotidiana, el color de la piel, el cuerpo y la sexualidad. Esto ciertamente no
agradó a los militares.
La producción de estos poetas reflejó también los
deseos y angustias de una generación que vivió la implementación de la Ley
Institucional Número Cinco, AI-5, y, en consecuencia, ya no pudo cuentar sus historias por el intenso rigor de la censura. A menudo criticaron la noción
establecida de poesía y el requisito de un lector bien preparado para
comprender sus textos.
El tema cotidiano y erótico estaba lleno de sarcasmo,
humor, ironía, blasfemias y jergas de la periferia. Los poetas marginales
rechazaron cualquier modelo literario y por lo tanto no “encajaron” en ninguna
escuela o tradición literaria.
La antología 26 poetas hoy, de Heloísa
Buarque de Hollanda
Con la publicación del libro 26 poetas hoy,
en 1975, Heloísa Buarque de Hollanda, maestra y doctora en Letras
Brasileñas, reunió a los principales escritores marginales de la época en una
antología que les dio visibilidad y provocó mucha polémica porque una buena
parte de la crítica no consideró como poesía los textos seleccionados por ella.
En 1976, gracias a este libro, Ana Cristina Cesar ganó mayor visibilidad y
fama. Heloísa Buarque se convertiría más tarde en la supervisora de su maestro.
La editorial española Labor, que acabava de llegar a Brasil, invitó a Heloísa a organizar una antología con la poesía de
los llamados Hijos de la Dictadura. Sería el primer lanzamiento de
la filial brasileña. Como resultado, la Poesía Marginal entró en el circuito
comercial con el aval de una importante editorial, que aseguró su distribución.
Esta presentación crítica contribuyó a legitimar la Poesía Marginal.
¿Un extraño en el nido o un nido extraño para ella?
Ana Cristina se diferenció de este grupo por su estilo de escritura propio, fuertemente influenciado por la lectura de escritores de renombre y su experiencia con la crítica y la traducción. El lugar de la Literatura, para la autora, era un lugar de resistencia. Resistencia también al lugar de donde ella venía, la clase media de la Zona Sur de Río de Janeiro, que no la representaba o, por lo menos, no quería representarla. Estar en un lugar “especial” dentro de la Poesía Marginal también le molestaba. Le gustaba escribir y que la leyeran, pero evitaba presentarse. Es inevitable no notar, en las letras de sus poemas, cómo le molestaba esta exposición.
Las características únicas de su escritura
Críticos y estudiosos señalan su sólida formación
teórica y académica como uno de los elementos diferenciadores de su obra. Sus
textos se caracterizan por un discurso confesional, tono coloquial, ironía y
fragmentación. Debido a su vasto repertorio intelectual, su poesía superó las
agendas ideológicas.
Ana creó su propia dicción, combinando prosa y poesía, pop y alta Literatura, lo íntimo y lo universal, lo masculino y lo femenino. Debido a un sentido estético único, se diferenció de sus contemporáneos. En este sentido, su obra presenta características únicas, que no le permitirían ser considerada plenamente como una poeta marginal.
Para algunos estudiosos, su producción literaria no
rompe del todo con los modelos convencionales y en ella se pueden encontrar
referencias a renombrados autores de la Literatura nacional e internacional.
La carta y el diario, dos
géneros marcados por la intimidad ya veces considerados menores, destacan en la
poética de Ana Cristina. En sus cartas, la escritora tenía un destinatario
definido, alguien a quien no sólo hacía confesiones, sino que también trataba
diversos temas. La escritura de su diario describe situaciones cotidianas.
La vida cotidiana se presenta en sus textos como una
necesidad de escribir un diario a través de la poesía. Diario de emociones,
invasiones del alma, de hablar del cuerpo, preferentemente del suyo. Esto a
veces le trae arrepentimiento por haber contado el hecho, pero resuena con
alivio por haber sido expuesto.
Primeros poemas de una niña nacida poeta
Entre fragmentos de diario, cartas ficticias,
cuadernos de viaje, atrevidos resúmenes, textos en prosa y poemas líricos, Ana
Cristina cautivaba a sus interlocutores, en un permanente juego de velar y
develar.
De niña, en el Colegio Bennett, donde su
madre era maestra, Ana Cristina mostró talento para la Literatura. En 1956, con
apenas cuatro años, recitaba sus primeros versos a su madre porque aún no
dominaba la escritura.
La primera publicación de sus poemas, a la edad de siete años, fue en el periódico Tribuna da Imprensa de Río de Janeiro. De 1961 a 1963 completó la escuela primaria y secundaria en la misma escuela, donde creó el periódico Juventud Infantil.
El poema Uma poesia de criança (la
poesía de una niña) fue uno de los primeros en ser publicado. La composición,
con cinco estrofas, apareció en agosto de 1958 en el boletín escolar destinado
a las maestras de la primera infancia del Colegio Bennett.
Contacto con la Literatura inglesa y su interés por la
traducción
En 1969, Ana Cristina Cesar hizo un programa de
intercambio en Inglaterra y pasó una temporada en la Universidad de
Essex, en Londres, con una beca otorgada por instituciones protestantes. El
contacto con la Literatura inglesa despertó su interés por la traducción de
piezas literarias.
En 1980 recibió el título de Master of Arts en Teoría y Práctica de la Traducción Literaria. La obra más destacada en el género es The Annotated Bliss, con 80 notas explicativas, traducción del célebre texto de Katherine Mansfield, que legitima su talento como traductora y constituyó su tesis de maestría en Essex. En esta traducción, el personaje de Bertha Young vive un momento como si “de repente se hubiera tragado el sol de la tarde y le quemara dentro del pecho”.
El suicidio, el trágico final de una vida intensa y
productiva
El 29 de octubre de 1983, a la edad de 31 años, Ana Cristina César se arrojó desde la ventana del séptimo piso del edificio donde vivían sus padres. El suicidio fue, simbólicamente, el sello puesto en su vida de poeta que, sumado a su poesía, transformó la figura de Ana Cristina César en una especie de mito. Por otro lado, esto trajo un presupuesto negativo a su obra y llevó a críticos y lectores a acoger su poesía como los escritos de una potencial suicida que, poco a poco, revela sus intenciones.
Biografía corta
Ana Cristina Cesar nació el 2 de junio de 1952 en Río de Janeiro, hija de una familia protestante educada de clase media. Su madre, Maria Luiza Cesar, era profesora de Letras y su padre, Waldo Aranha Lenz Cesar, era sociólogo y teólogo, con una participación activa en el movimiento intelectual, no solo en el campo religioso. Waldo fue miembro fundador de la Editora Terra e Paz.
Ana se graduó en Letras en la Pontificia
Universidad Católica de Río de Janeiro, en 1975, y completó su maestría en
la Facultad de Comunicación de la UFRJ. En 1975, Heloísa Buarque de
Hollanda, también su maestra, la incluiría en la antología 26 poetas
hoy, una selección de talentosos representantes de la generación de esa
década.
César comenzó a publicar poemas y textos en prosa
poética en la década de 1970 en colecciones, revistas y periódicos
alternativos. Sus primeros libros, Cenas de Abril y Correspondência
Completa, se publicaron en ediciones independientes.
Armando Freitas Filho, poeta brasileño, fue el mejor amigo de Ana Cristina, a quien le dejó la responsabilidad de cuidar póstumamente de sus publicaciones. La colección personal de la autora está bajo la tutela del Instituto Moreira Salles. La familia hizo la donación mediante la promesa de que los escritos se quedarían en Río de Janeiro.
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