5/24/22

LAURA MÉNDEZ DE CUENCA - LA ESCRITORA MEXICANA MÁS DESTACADA DE LOS SIGLOS XIX Y XX

 





La escritora mexicana más destacado de los siglos XIX y XX



Laura Méndez de Cuenca, poeta, escritora, docente, editora, pedagoga, periodista, narradora, traductora, empresaria, congresista y feminista que se atrevió a ignorar las tradiciones culturales de su tiempo.  


La soledad, la muerte, la enfermedad, la ignorancia, la locura, el dolor insaciable y cruel, las costumbres mexicanas y la incertidumbre del destino humano frente al amor, fueron algunos de los temas de las más de 260 obras que integran la producción literaria de Laura Méndez de Cuenca, la escritora mexicana más destacado de los siglos XIX y XX.

 

A los 17 años participó en encuentros literarios del grupo de poetas y escritores La Bohemia Literaria y luego se unió al movimiento Republicano y Restaurador, encabezado por el escritor, periodista, profesor y político mexicano Ignacio Manuel Altamirano.


Tragedias personales que marcaron su vida y obra

 

Laura Méndez de Cuenca nació en una familia conservadora y relativamente rica de panaderos franceses durante los primeros años de la República Mexicana. Cuando era adolescente, se vio rodeada de jóvenes escritores y poetas liberales.

 

En 1873, Laura se convirtió en musa y amante del poeta Manuel Acuña y pronto quedó embarazada. Escandalizados, sus padres la abandonaron, junto con su igualmente libertina hermana. Manuel Acuña también lo abandonó cuando nació su hijo y se suicidó. Laura dio la luz, pero el bebé murió al poco tiempo de nacer. Este triste éxito lo llevó a escribir sus primeros poemas Cineraria, Adiós y Esperanza, publicados en el Diario Siglo XIX.



La vida adulta de Laura Méndez seguiría marcada por pérdidas y largos períodos de penuria. Se casó con Agustín Cuenca, otro poeta de su círculo de amigos. Tuvo siete hijos con él, solo de los que sobrevivieron a su infancia. Los dos llegaron a la edad adulta, pero uno de ellos murió a la edad de 22 años.


Ella luchó contra la depresión y pasó algunos años felices con su esposo antes de que él también muriera. Estas tragedias personales podrían haber influido en gran parte su famosa poesía sobre la muerte de seres queridos. Su vida, sin embargo, seguiría marcada por pérdidas y largos períodos de penurias.


La única mujer en el mundo literario exclusivamente masculino

 

A principios de la década de 1870, cuando el pensamiento religioso conservador estaba presente en todos los aspectos de la vida mexicana, Laura Méndez fue una de las pocas mujeres admitidas entre los poetas, dramaturgos y novelistas masculinos, que también eran publicistas y políticos de la época. Entró en este mundo gracias a su poesía, intelecto, curiosidad y asertividad.

 

Sus obras fueron la extensión de su alma y temperamento, pero también un reflejo de su visión social, política, educativa y revolucionaria. Ella buscó promover los derechos de las mujeres, combatir la ignorancia y la marginación, así como impulsar el desarrollo de México a través de la innovación educativa.




Rol sumamente importante en el ámbito de la educación mexicana

 

Como una joven viuda sin un centavo que enfrentaba el rechazo social, Laura se convirtió en maestra y en una fuerza importante en el floreciente programa de reforma educativa de México.

 

Durante 42 años fue asistente, maestra, directora e inspectora de educación primaria y una incansable exploradora de conocimientos y técnicas didácticas innovadoras. Fue subdirectora de la Escuela Normal de Maestros de Toluca y docente de la institución de la misma filial en la Ciudad de México. Representó a México en varias conferencias sobre educación, higiene y mutualismo.

 

En plena Revolución ella escribió poemas que retratan su precaria situación en el magisterio, destacando:


  • Un Jalapa – dedicado a la Escuela Normal donde impartía clases;
  • Sexta clase – una postal sobre el Día de los Muertos;
  • Pasando el regimiento – que representó a las tropas de Venustiano Carranza;
  • ¡Patria! y When we are dead – habla sobre la historia de México.


Su experiencia como docente y estudiante de pedagogía dentro y fuera de México le permitió adquirir las herramientas necesarias para redactar más de 10 textos educativos, entre informes, ensayos y presentaciones en congresos, testimonios típicos de su erudición ilustrada y cosmopolita. Su espíritu crítico e incisivo es un elemento común en sus textos sobre educación.


A veces sus talentos fueron reconocidos y recompensados. Justo Sierra, como ministro de Educación de Porfirio, la envió a St. Louis y luego Berlín, París y el Imperio Austro-Húngaro para investigar los sistemas pedagógicos de estos países.


La carrera de Méndez de Cuenca coincidió con el desarrollo del sistema educativo federal bajo el liderazgo de Justo Sierra y José Vasconcelos. Estos períodos críticos de la reforma educativa y su ilustre trayectoria le permitieron ver y dar forma a los cambios que modernizaron la educación mexicana.

 

Vivía en San Francisco, St. Luis y Berlín. En aquellos lugares donde no era conocida y las mujeres comenzaban a moverse con confianza en la esfera pública, podía caminar libremente y expresar sus opiniones. Escribió principalmente para una audiencia mexicana y siempre regresaba a México porque era el futuro de su país lo que se esforzaba por crear.


Feminismo

 

En sus obras, Laura Méndez destacó el feminismo como una palabra que identificaba a la mujer moderna como un ser comprometido y consciente, plenamente participativo, con derecho a acceder a la educación y al trabajo remunerado y sin negar el matrimonio como opción viable para una dama instruida. En su opinión, esta mujer debe nutrir principalmente el intelecto.

 

Las quejas sobre ella a menudo parecían ser sexistas. Fue acusada repetidamente de masculinidad. Fue una mujer que comenzó a reconocer la injusticia del estatus de la mujer a una edad temprana y luchó para desafiar las restricciones de género de las mujeres a lo largo de su vida.


Méndez de Cuenca ha escrito extensamente sobre temas relacionados con la mujer, incluida una novela por entregas, El espejo de Amarilis, y un libro sobre la limpieza que fue un texto fundamental en la economía doméstica mexicana.

 

Junto a su generación, libró las primeras batallas que abrieron espacio para la mujer en la educación y en las profesiones. Batallas que darían lugar, después de la revolución, a luchas por los derechos civiles y políticos.




En algunos de los 11 textos que escribió para El Mundo Ilustrado y El Imparcial, se puede apreciar que la escritora apostó por una formación integral que favoreciera el acceso de las mujeres al mercado laboral, favoreciendo su autonomía económica y animándolas a asumir el control de sus vidas. Exigió abiertamente que las mujeres fueran tratadas de la misma manera profesional que los hombres.


Según su criterio, la mujer mexicana moderna debía estudiar, trabajar y, al mismo tiempo, realizarse como mujer como esposa y madre, sueño que sólo en su imaginación pudo realizar plenamente.

 

El feminismo en Laura Méndez de Cuenca se configuró como un llamado a abrazar los legítimos derechos de cualquier ser humano, mujer u hombre. Estos trabajos incluyen los artículos:

 

  • La mujer mexicana y su evolución;
  • El temperamento latino;
  • Lo que piensa un austriaco de la mujer mexicana;
  • La mujer progresa;
  • La mujer mexicana moderna en el nuevo hogar;
  • La mujer como factor social;
  • El hogar mexicano.


Una vasta y variada obra literaria


Ella retrató los múltiples aspectos de la historia social y cultural de México porque fue la única autora mexicana que logró incursionar en todos los géneros literarios como la poesía, la novela, el cuento, el ensayo, la traducción, la crónica de viaje, el periodismo, la educación y la biografía. Casi todas sus obras fueron publicadas con éxito en las antologías, diarios y revistas mexicanas más importantes de la época.


Poesía

 

Género clave en la obra de Laura Méndez de Cuenca, estuvo presente durante toda su vida porque fue una de sus mayores expresiones artísticas. Poeta esencialmente romántica, se inspiró en elementos de la poesía del Siglo de Oro español, el Neoclásico y el Romántico español.




En sus obras publicadas entre 1874 y 1875 retrata su dolor, su consternación por el amor de su vida y su amor por su hijo. Posteriormente escribió sobre los límites de la razón humana, el destino incierto del hombre ante Dios y la muerte, y la dramática condición humana.

 

De 1883 a 1890, produjo poemas significativos que trataban temas de desilusión, dolor, orfandad y soledad. En esos años también escribió poemas patrióticos y cívicos.

 

Entre 1890 y 1905, la escritora registró en sus poemas diversidad de temas, voces y motivos: desde recortes históricos, sociales y de justicia hasta canciones de amor o baladas sobre mujeres míticas o históricas, las estaciones, los sueños de pareja y la invitación a ser amado por el lujo y el poder.

 

También escribió poemas sobre desastres, guerras, hechos históricos, leyendas de mujeres, esclavos y guerras. Expresó interés por la injusticia social, laboral y racial y dio voz a hombres y mujeres trabajadores en poemas como El esclavo (1900), Los excavadores (1902) y El hombre de la azada (1903).


Romance

 

En este género, Laura Méndez retrata las costumbres mexicanas, su interés por la influencia de la medicina en la vida de la ciudad, los conflictos amorosos, los amores no correspondidos, las clases sociales y las condiciones en el desarrollo y vida de la nación.

 

Su única novela, El espejo de Amarilis, publicada en ocho columnas a principios del siglo XX por fascículos en el diario El Mundo, editado en la Ciudad de México, es una obra formativa y también un tratado de educación.

 

En él, la autora busca mostrar el paso de la salud y la vida en manos de la superstición y el pensamiento mágico. La formación científica en las grandes ciudades no puede revelar todos los misterios de la vida, ni proporcionar felicidad.



La novela cuenta la historia de un amor frustrado, pero sobre todo, la escritor hace una denuncia contra los prejuicios raciales, las crueldades de un grupo social que había sido derrotado en la guerra (Juárez había derrotado a Maximiliano de Habsburgo en la Reforma) y cómo las costumbres de la clase media continuaron regidas por parámetros de comportamiento de clase y moralidad conservadora.

 

También retrata, en sus personajes de ficción, algunos rasgos propios de personajes históricos cercanos a ella, como sus amores de juventud: Manuel Acuña y Agustín Cuenca, así como de poetas contemporáneos.

 

Cuento

 

Sus cuentos muestran personajes mezquinos, advenedizos y mediocres retratados en las clases medias y bajas. Presentan como elemento distintivo el uso de metáforas, ironía, comedia y características propias de casi todas las corrientes de pensamiento contemporáneo que se iniciaban en la época; darwinismo, psicoanálisis, positivismo, materialismo dialéctico, nihilismo y nacionalismo.


Algunos de los temas abordados son:

 

  • la indecisión femenina y el destino de reclusión de las mujeres abandonadas;
  • la desesperanza del trabajo manual frente a la innovación y el conocimiento;
  • los males sociales que se derivan del oscurantismo y la superstición;
  • superación personal y social;
  • las direcciones equivocadas y las decisiones equivocadas;
  • destinos inevitables y determinismo social;
  • atraso, miseria e ignorancia.

 

Trabajos misceláneos

 

Laura Méndez de Cuenca también ha producido más de 40 obras, entre artículos periodísticos, ensayos, croquis, biografías y correspondencia, textos que se caracterizan por una prosa poética, ágil, divertida, matizada, pues son testimonios o registros del ideario personal de la escritora o un fiel retrato de su alma y de las acciones culturales que llevó a cabo.

 

Raúl Cáceres, en el texto Hablando de prosa, sobre Laura Méndez de Cuenca (2011) destaca que “Al leer la obra literaria de doña Laura, sentimos los latidos de su corazón. Sus letras conservan el soplo vital de las almas de finales del siglo XIX. Son una alegoría de los símbolos, la caricia de la leyenda, en los estudios biográficos, para darles juego, animación o imaginación”.

 

Crónicas de viaje

 

En sus más de 120 crónicas de viaje publicadas entre 1892 y 1910, que oscilan entre el periodismo y la creación literaria, se puede leer a Laura Méndez como una viajera en camino y habitualmente solitaria. En estos textos reflejó los problemas cotidianos, el contraste entre las diferentes sociedades y clases con el fin de conciliarlas desde el punto de vista educativo, el amor a la libertad y el odio a la tiranía y la traición.

 

Biografía

 

Laura Méndez de Cuenca, hija de Ramón Méndez y Clara Lefort, nació el 18 de agosto de 1853 en la Hacienda de Tamariz, jurisdicción de Amecameca, Estado de México. En 1861 se trasladó a la Ciudad de México con su familia y residió en el antiguo Convento de Santa Clara, ubicado en la calle Tacuba.

 

Cursó la primaria en el colegio La Amiga, ubicado en la calle de San Juan, donde aprendió el silabario (libro elemental para enseñar a leer a los niños; cartilla), en especial el silabario de San Miguel y luego las cuatro operaciones aritméticas, algunos versos sobre las reglas de urbanidad, doctrina cristiana, historia sagrada y religión.

 

De adolescente estudió en la escuela privada de Madame Baudoin, quien le hizo devorar obras de Locke, Montesquieu, Bacon, Aristóteles, Pascal, Montaigne y Rousseau, este último tuvo un impacto significativo en ella al punto que su profundo amor por la educación y letras

 

En 1872 se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios y se convirtió en discípula de Enrique de Olavarría, Eduardo Liceaga y Alfredo Bablot. También se matriculó en el Conservatorio de Música donde aprendió canto y solfeo, piano y tomó clases de idiomas.

 

Su larga carrera incluyó la publicación, la escritura y la investigación de métodos pedagógicos, pero volvió a la enseñanza en repetidas ocasiones para mantenerse, y finalmente se jubiló con una pensión de maestra a los setenta y dos años.

 

Laura Méndez de Cuenca lleva los últimos años padeciendo diabetes. El 1 de noviembre de 1928 falleció en su casa de San Pedro de los Pinos, Tacubaya, dejando un legado de más de 260 obras.

 

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